¿QUÉ ES UN LÍMITE?

Muchas familias acuden a nosotros preocupados debido a los malos comportamientos de sus hijos/as. Esta preocupación acostumbra a ir acompañada de muchas dudas sobre la difícil labor de educar a un/a niño/a: ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Es está la opción más adecuada? Si estoy convencida de la decisión, ¿por qué siento como si no fuera lo correcto? La paternidad y la maternidad pueden despertar muchos interrogantes a la hora de educar, especialmente cuando se trata de marcar límites. Todas estas dudas, además, pueden venir acompañadas de emociones como la tristeza, la inseguridad, la culpa, la preocupación y la frustración. Es habitual que muchos padres puedan incluso llegar a sentirse “malos padres”.

QUÉ ES UN LÍMITE

Se suele asociar el hecho de establecer límites con algo negativo que no contempla la opinión del/la niño/a. Sin embargo, este concepto no implica enfadarse, ignorar o faltar al respeto, sino que se acerca más a estructurar, regular y enseñar. Los niños y niñas cuando son pequeños no tienen la capacidad de autorregularse, y para poder ayudarles primero tenemos que hacerlo desde fuera. Educar implica: 

  • Decir “no” cuando las peticiones que hacen no pueden o no deben llevarse a cabo
  • Enseñar a esperar para conseguir lo que se quiere
  • Ver que los comportamientos tienen consecuencias y ser consecuentes con las decisiones que se toman.

Para todo ello no hace falta alzar la voz o amenazar constantemente. El mensaje se puede transmitir con serenidad, dando instrucciones claras y sin repetirse o recrearse demasiado. Es importante no lanzar amenazas absolutas o que nunca vayan a cumplirse, por lo que es recomendable tener pensadas previamente las consecuencias que tendrán los malos comportamientos. 

Ante la crianza podemos encontrarnos con situaciones complicadas que nos pueden jugar en contra. Imaginemos que estáis en el supermercado y vuestro/a hijo/a quiere una bolsa de patatas. Consideráis que no es adecuado y le decís que no. Ante la negativa, insiste y empieza una rabieta (llora, patalea, chilla…). Este momento os puede incomodar mucho, haceros sentir vergüenza, enfadaros cada vez más… y para que termine la rabieta le dais la bola de patatas, momento en el que para. Parece que todos habéis salido ganando, vosotros dejáis de sentir vergüenza, poder seguir comprando en el supermercado y él/ella tiene lo que quería. Pero el aprendizaje que hacen es: pataleta = conseguir lo que quiero. Si este hecho se repite lo suficiente, es muy probable que las rabietas aumenten y se conviertan en algo habitual. 

¿Cómo podemos poner límites? 

Es importante buscar el momento adecuado y la manera de formularlos, promoviendo una escucha activa por parte del menor. Los límites deben establecerse:

  • Con firmeza pero sin agresividad (evitar los gritos)
  • Sin amenazas ni insultos
  • Haciendo peticiones cortas, claras, específicas y de una en una
  • Teniendo en cuenta el contenido emocional.

Explicarles el porqué de los límites ayuda a la comprensión de estos, y facilitar un espacio de negociación puede contribuir a hacerles más partícipes. Seguidamente es necesario explicar las consecuencias de traspasar el límite y mantenerse firme, puesto que no hacerlo implica desautorizarse. 

Una de las labores fundamentales de los padres es educar para que el propio niño/a pueda autorregularse. Sin embargo, para que pueda hacerlo antes tiene que haber sido regulado desde fuera, y si no lo hacen los padres, ¿quién lo hará?. Establecer límites puede resultar una tarea fatigosa y ardua, pero a la larga es un esfuerzo que se agradece por parte de toda la familia. 

MAR RETAMERO I RIBÉ
PSICOLOGíA

PERCENTILES, MOCOS Y OTROS TEMAS EN LA CONSULTA DEL PEDIATRA

Percentiles, mocos y otros temas en la consulta del pediatra

Hoy voy a comentar sobre algunas cosas que he aprendido a lo largo de mis 25 años de ejercer la pediatría. Tengo que reconocer, que al principio era muy estricto: calculaba las calorías que debía de ingerir un lactante, las horas que tenía que dormir, etc. Pero con el paso de los años he observado que todo esto no es tan importante como nos lo enseñaron.

A nivel sanitario, ante la más mínima enfermedad o ante el menor problema de salud de nuestros hijos delegamos rápidamente nuestra responsabilidad en el médico o acudimos a urgencias. Unas decenas de fiebre pueden suponer una pequeña crisis familiar (no podrá ir al colegio, tendré que dejar de trabajar y lo tendré que justificar, tengo que llevarle con los abuelos…). Lo mismo sucede con una caída del tobogán, una picadura de avispa, un pequeño corte, una vez en el dedo jugando con la pelota…. Un chichón no es suficiente; hay que ir a urgencias por si el niño tiene un traumatismo craneoencefálico grave. Una picadura de avispa hay que revisarla por sí es causa de un choque anafiláctico grave.

Antes en las casas, teníamos agua, jabón y agua oxigenada para limpiar las heridas. Ahora ya no existe esto, o si hay no se utiliza. En estas circunstancias, se aplica el “Por si acaso”

Por otro lado, también son constantes en las consultas habituales de pediatría, cuestiones derivadas de la crianza, hábitos educativos, sobre cómo vivir, etc. Se dan respuestas por todo y ya no se sabe qué hacer si no lo dice el pediatra. Lo siento, pero tengo que reconocer que no tengo las respuestas de todo. Además, creo que en muchas ocasiones son temas que no nos competen y que tienen que pertenecer al ámbito familiar. De todas maneras, Intento ayudar siempre bajo el prisma de intentar aplicar el sentido común. 

También han influido en esto los llamados “programas de prevención” como por ejemplo el niño sano. Cada vez me pregunto con mayor frecuencia que si el niño está sano, porque lo llevamos al médico. No es que esté en contra, al contrario, creo que es muy importante durante los primeros años de vida, especialmente durante la época del lactante, al apoyar y guiar a los padres en la crianza del niño.  Todavía es el día en que algún padre me pregunta cuando hay que hacer la revisión a su hijo de 16 años. 

Pero a partir de aquí, creo que nuestra labor es acompañar a nuestros hijos. Es en estas revisiones donde me encuentro siempre las mismas preocupaciones de los padres como las que os explico ahora: 

“EL PENE NO SE TOCA”

Porque toco este tema, porque es una manía que desde la más tierna infancia recomendamos los pediatras y que no tiene ningún sentido. Judíos y musulmanes, por usos y religión, son muy dados a la circuncisión; el resto sucumbe a la necesidad de pegar tirones a sus hijos básicamente porque se desenganche.

Es cierto que anteriormente lo hacíamos todos, pero actualmente no tienen sentido. Ya no será necesario que las madres se sorprendan ante dicha situación y espectáculo, tras conseguir unos momentos de impresión al florecer el glande y comentar: “Eso que se lo haga su padre, que yo no sé y me da mucha impresión”. Y prefiero no seguir comentando este hilo, que entraríamos en otros terrenos

Al nacer el prepucio está pegado al glande, dejando un pequeño orificio porque salga la orina. A partir de los 2 años se quejará de dolor, que se debe nada más que a la presencia de erecciones que le molestan. Estas erecciones van consiguiendo el despegue progresivo hasta el momento de la eclosión hormonal de los 12-13 años en que conseguirá el despegue total.

LOS PERCENTILES

Lo más importante para los padres al acudir a las “revisiones” es saber el peso y la talla. Si no lo pesas, no has hecho nada. Cuando pesas a un niño solo caben 2 respuestas: “Ya decía yo que pesa poco” … o mucho. De esto se desprende en muchas ocasiones otras dos consecuencias: ¿No le puede dar algo porque coma más? o… ¿Le tengo que poner a dieta? Después de pesarle viene la pregunta más importante: ¿Cómo le ve?  Reconozco que en alguna ocasión he pensado: “pues como quieras que le vea: “canijo y escuálido” en unas ocasiones o “gordo como un luchador de sumo” en otras. Cómo sé que no tengo que responder de este modo, digo que está por debajo del percentil 3, como si fuera un dato de la máxima trascendencia en el desarrollo del niño. El percentil, se ha convertido en las notas escolares del niño que nos da el médico o la enfermera cuando viene a la consulta y sirve para indicar si el niño progresa adecuadamente.

En numerosas ocasiones se hace referencia a que, si está por debajo del percentil 50, el niño pesa poco y si se encuentra por encima está gordo: FALSO. No se han de interpretar de esta manera los percentiles, ya que influye las características y constitución del niño. 

Los percentiles no son la biblia, pueden aportar información al médico sobre algunas situaciones, especialmente si la valoración es a lo largo del tiempo, aunque el habitual es que genere más ansiedad que beneficios. No hace falta para constatar que vuestro hijo es fantástico; de verdad que no hace falta, puesto que basta con mirarle a la cara por saber que es lo mejor bebe del mundo.

EL TERMÓMETRO

Este “aparatejo” tiene la virtud de poner en números lo que todo el mundo sabe: que el niño está caliente. Tengo que reconocer que es un aparato que no me hace mucha gracia, puesto que ha creado una gran dependencia y ansiedad, no solo a los padres, sino también a los profesionales, ¿puesto que una de las preguntas fundamentales es: “¿Ha tenido fiebre? 

En general se ha desarrollado un excesivo temor a la temperatura, de tal manera que es muy frecuente encontrar en las consultas o urgencias niños con fiebre de 37,5°. Se tiene que decir que la fiebre es nuestro mecanismo de defensa. La fiebre sirve para matar gérmenes, puesto que estos se reproducen muy mal cuando se eleva la temperatura. Pensar lol que pasa cuando tenemos gripe: nos metemos en la cama después del vaso de leche, sudamos y el día siguiente nos encontramos algo mejor. Si el niño está lloroso, quejoso, molesto, sí debemos de ayudarle con alguna medicación y a su justa medida, pero no por una cifra de temperatura. Además, se debe tener en cuenta que el paracetamol y el ibuprofeno –los analgésicos utilizados con mayor frecuencia- tienen efectos secundarios, que en ocasiones pueden ser severos, ALGUNOS TAN SERIOS COMO LOS TROMBOS QUE SE RELACIONAN CON LA VACUNA DEL COVID y los usamos con alegría: Hasta cuando tienen tos.

Con la fiebre hay que hacer una excepción. No es el mismo un niño por debajo de 2-3 meses, que el resto. En un niño por debajo de 3 meses si tiene una temperatura de 38-38,5°, se tiene que considerar un niño de riesgo. En esta edad, el niño es diferente, manifestándose la enfermedad en forma de malestar general, apatía, adormecimiento, que no come o por el contrario está excesivamente irritable, llevarlo en el hospital independientemente del que diga lo “aparatito”.

En el resto de los niños, hay que valorar el estado del niño de manera similar al adulto. ¿Qué hacemos los adultos? Si estamos fatal, nos tocamos el frente y para aliviar el malestar general que tenemos nos tomamos cualquier pastilla que hay en casa y mañana ya veremos, que si estoy igual de mal me voy al médico al hecho que me dé la baja…. pero el termómetro ni olerlo. 

La fiebre alta no quema el cerebro, la fiebre alta no da convulsiones, sino que es nuestra aliada, ¿puesto que los gérmenes se reproducen a una temperatura de 36-37° curioso no?

LOS MOCOS

La consulta más típica de la pediatría: “Doctor, el niño tiene mocos. Le estoy aspirando todo el día. ¿No tienen nada para sacarlos?”. Además, aprovechan y transmiten sus propios miedos: “por si le baja al pecho” y son verdes, con lo cual el germen digo yo que debe de ser horrible *y asqueroso. Normalmente los mocos ya los veo, puesto que suelen colgar de la nariz. Creo que podría darles uno clínex y ya está, pero como hemos estudiado, los mandamos a la litera y los exploramos. Muchas veces me pregunto para qué si vemos un niño “rollizo”, sano, con un par de velas colgante. ¿Qué pensamos encontrar? Oro, petróleo…y después además introducimos un palo grande y largo en la garganta para ver los mocos…. Que están en la nariz.

Hoy en día, los mocos también se han convertido en una fuente de negocio: pañuelos, peras, aspiradores, envases presurizados para limpiar la nariz, pegatinas para respirar mejor, etc. junto con infinidad de sustancias antitusivas, mucolíticas, etc. la eficacia de las cuales no está demostrada.

¿Pero qué son los mocos? Igual que la fiebre, los mocos es el sistema de defensa de nuestro organismo contra las infecciones en determinadas áreas, e incluso ya empiezan a publicarse estudios en los cuales se recomienda “comerse” los mocos como medida de prevención de las otitis.

Existen más historias que he aprendido con los niños: la tos, el dolor de oídos, el niño que no come, las “cacas”(me gusta este nombre en lugar de defecación)… pero creo que esto lo dejaré para otra ocasión.

Creo que debemos de evitar la idea de pediatra como persona que todo lo sabe. Creo que “yo no sé mucho de casi nada” y que mi función como supervisor del estado de salud de los niños, debe de ir encaminada también a educar y transmitir conocimientos, con el fin de que los padres sean capaces de tomar decisiones, para asumir las facultades que disponen. Me gustan los padres sabios, que eduquen, son responsables, que eduquen en la libertad, el respeto y en los valores, con el fin de que en la edad adulta sean capaces de conseguir una mayor autonomía personal.

CHUPETE ¿SI O NO?

Todos los días me preguntan en alguna ocasión sobre el chupete (tete, chupón, etc. en sus diversas acepciones). Es un elemento que ya está interiorizado en la crianza del niño, ya que, por ejemplo, forma parte de los “packs” de regalo que se suele dar a las embarazadas en alguno de sus controles, junto con manzanilla, pañales, cremas y otros elementos. Además, es frecuente ver a los niños en la calle con el chupete en la boca, en ocasiones hasta los 3-4 años. Como todo en este mundo, esto tiene sus pros y sus contras:

VENTAJAS DEL CHUPETE

  • Es una buena forma de satisfacer el reflejo natural de succión del bebé y es mejor para él que chuparse el dedo y, por lo tanto, más fácil de quitarlo.
  • Calman a los bebés. Algunos bebés se sienten más relajados cuando tienen algo que chupar o succionar.
  • Ofrecen una distracción temporal. Los chupetes pueden ser útiles durante la vacunación, extracción de sangre u otros procedimientos médicos.
  • Ayudan a los bebés a dormir.  Si tu bebé tiene dificultades para dormirse, el chupete puede ayudarlo a coger el sueño.
  • Ayudan a aliviar las molestias durante el vuelo. Los bebés no pueden regular por voluntad propia los cambios de presión del aire tragando saliva o bostezando. El uso del chupete les puede ayudar.
  • Reducen el riesgo del Síndrome de la Muerte Súbita del Lactante (SMSL). Distintos Existen estudios que han demostrado la asociación directa entre el uso del chupete durante el sueño del bebé y un menor riesgo de padecer el SMSL.

INCONVENIENTES DEL CHUPETE

  • El uso precoz del chupete puede interferir con la lactancia materna. La recomendación fundamental, es que no se debe de administrar durante el primer mes de vida, hasta tener una lactancia materna bien instaurada.  Chupar un pecho es diferente a chupar un chupete o un biberón, y algunos bebés son muy sensibles a estas diferencias. Hay estudios que indican que el uso temprano de tetinas artificiales está asociado a una disminución de la lactancia materna exclusiva. De todas maneras, no son concluyentes respecto al hecho de si son la causa del problema o si constituyen la solución a un problema existente con anterioridad. 
  • Tu bebé puede volverse dependiente del chupete. Si tu bebé utiliza el chupete para dormir, quizá debas levantarte varias veces por la noche para calmar los lloros del bebé cuando se le cae de la boca.
  • El chupete puede incrementar el riesgo de infecciones en el oído medio. Aun así, las tasas de infecciones en el oído medio son generalmente más bajas desde el nacimiento hasta los 6 meses, cuando el riesgo de SMSL es mayor y cuando los bebés están más ‘interesados’ en los chupetes.
  • El uso prolongado del chupete puede conllevar problemas dentales. El uso normalizado del chupete durante los primeros años de vida no causa problemas dentales a largo plazo. No obstante, el uso prolongado del chupete puede causarle al bebé malformaciones en la dentadura y paladar.

ALGUNAS CUESTIONES SOBRE EL CHUPETE: 

1.- TAMAÑO: se debe de ajustar a la boca del niño, Al principio, recomendable de una pieza. Posteriormente ya se pueden valorar otras opciones. Imprescindible que tenga orificios de ventilación. 

2.- LÁTEX O SILICONA: El látex es una goma natural, blanda, resistente y elástica que tiende a absorber los olores. Si eliges esta opción, habrá que cambiar el chupete más a menudo.  Los chupetes de caucho son más suaves, más blanditos, vamos. Pero el caucho se deteriora con mayor rapidez que la silicona y es menos práctico a la hora de asegurar su correcta limpieza.

La silicona también es blanda y elástica, pero menos resistente, por lo que está indicada para bebés más pequeños, sin dientes. Es  más sencilla de mantener limpia de forma clara, tiene como inconvenientes que las tetinas resultan ser más duras y son más peligrosas una vez que el bebé tiene dientes. En el momento en que comienzan a salirle los dientes al pequeño, hay que revisar el chupete con frecuencia para evitar que lo rompa al morderlo y se desprenda un trozo de tetina que el bebé podría tragar o hacer que se atragante.

Estos dos materiales influyen en mayor o menor medida en uno de los aspectos más negativos del uso del chupete: la posible deformación de la mordida del bebé. 

El uso habitual del chupete puede llevar a una mala posición de los incisivos que acaban de salir, provocando futuros problemas en la mordida si no se ataja a tiempo.

¿TODOS DEBEN UTILIZAR CHUPETE?:

Muchos escupen el chupete y no lo necesitan. No pasa nada por eso y de hecho no hay que obligarles a que lo utilicen. Eso sí, tendremos que asegurarnos de que el sustituto no sea el dedo, porque este sí que será más difícil de dejar de usar.

CUIDADOS DEL CHUPETE

La vida útil de un chupete es de un máximo de 3 meses. Al cabo de este tiempo hay que reemplazarlo por uno nuevo. En caso de que el chupete se deteriore antes de los 3 meses de uso, igualmente hay que reemplazarlo por uno nuevo. 

Aunque no forme parte en sí de los pros y contras del chupete, es importante añadir que nunca deben darse al bebé chupetes mojados en zumo, miel, caramelo líquido, leche condensada, etc. Provocan unas caries terribles además de predisponer al niño a sabores muy dulces, lo que dificulta una alimentación adecuada.

¿CUÁNDO DEBE DEJAR DE UTILIZARSE?

En general, Es conveniente ir quitando el chupete en torno a los dos o tres años. Lo cierto es que que no se trata de una regla fija, ya que hay otros condicionantes que pueden hacer que estos plazos sean flexibles, como el grado de madurez del pequeño o determinadas circunstancias médicas o psicosociales.   Aproximadamente en la segunda mitad del primer año deberemos comenzar a limitar su uso. Con ello, evitaremos que obstaculice la formación de la arcada mandibular, por ejemplo. También es importante que se lo quitemos cuando empiece a ir a la guardería, ya que puede intercambiarlo con otros niños y coger así infecciones contagiosas.

Los odontólogos pediátricos destacan que antes de los tres años de edad. Cuando un niño se introduce la tetina  en la boca y ejerce una «succión no nutritiva» (sin ingesta de alimentos ni leche materna) los dientes centrales inferiores se desvían paulatinamente hacia dentro, y en el maxilar superior, tienden a separarse y a sobresalir hacia fuera. A  partir de esta edad, si continúa utilizando chupete la alineación definitiva, se ve comprometida. 

COMO QUITAR EL CHUPETE

Personalmente, pienso que es mejor quitarlo de forma repentina. No debemos de esperar a que lo deje de forma espontáneamente. Ante sus demandas lo que sí debemos hacer es NO SUCUMBIR ANTE SUS DEMANDAS, ya que pasada una semana, habitualmente no se acordará de él.

La forma de quitar el chupete va a depender de la edad del niño, de su temperamento y de su madurez.

En el niño adaptable y tranquilo cualquier cosa va a funcionar. Con cariño, pero con firmeza se le dice que ya no va a usar chupete, porque ya es mayor

En el niño inquieto, se requiere un poco más de tiempo. Primero hay que explicarle lo que va a pasar y poner una fecha unas semanas antes. SIEMPRE PONER UNA FECHA, que puede coincidir con un acontecimiento (cumpleaños, Navidad, vacaciones…). A partir de ese momento, ser inflexibles con cariño. Si es persistente, podéis utilizar uno con cortes previos, para que vea que es mayor… En definitiva: Utilizar la PERSISTENCIA CON IMAGINACIÓN. 

Yo suelo recomendar que a partir de los 18 meses, debamos de quitarlo durante el día y el momento de la siesta, para posteriormente suspenderlo por la noche, previo acuerdo de los padres, para actuar del mismo modo.

 La regla de oro es el convencimiento con que le decís las cosas, … Cualquier estrategia fracasará si no estáis convencidos y la hacéis con dudas. Y esto sirve con el chupete…. Y los límites y Normas.