DEJAR QUE LOS HIJOS SE ABURRAN

Se que puede ser un título que no agrade mucho, pero considero que debemos de replantearnos algunas cosas respecto a la educación de nuestros hijos.

Cada vez más nos estamos convirtiendo en Padres programadores, de tal manera que sobrecargamos sus agendas de múltiples actividades (fútbol, Música, Hip-hop, natación, etc.),  tanto en verano como en invierno, en función de nuestras necesidades derivadas de intentar compaginar la vida laboral. Evidentemente una mejora en estas condiciones, permitiendo unos horarios adecuados a los escolares, facilita que podamos disponer más tiempo para nuestros hijos, que es fundamental para su educación.

Hoy en día La creciente oferta de extraescolares y alternativas veraniegas para niños posibilita que estos encuentren respuesta a sus inquietudes desde la misma infancia, pero no siempre son ellos quienes eligen qué aprender. No les dejan. En la mayoría de los casos se tienen que adaptar al calendario y cerrar cada jornada con fuerzas para arrastrarse hasta la cama.

 Queremos que nuestros hijos sean autónomos e independientes. Ser un adulto significa alcanzar la autosuficiencia y ocupar tu tiempo libre de la manera que te haga más feliz.

Los adultos nos quejamos de las jornadas laborales, que son largas y tediosas. Incluso en ocasiones nos llevamos trabajo a casa.  ¿Por qué reproducimos el modelo en los más pequeños? Al final terminan siendo víctimas del pensamiento actual, donde la capacidad de producir actúa como soporte de nuestras relaciones. Niños que solo se socializan en clase o en su equipo. Niños que determinan su valía en la medida en que son hábiles en los estudios. O en el tenis. Porque socializarse en la calle, como se hacía hace años, actualmente no es lo habitual. La socialización – si se le puede llamar así- tiene lugar de una manera “individual” a través de los móviles, tablets, etc., Niños cuyo nivel de éxito, se mide según los influencers que ven en you-tube o en la TV.

A mi juicio, Esta tendencia a enterrar el aburrimiento tiene otra consecuencia, en la infancia. Se trata de la hiper-estimulación  permanente.  Estamos ante la generación de la sobre estimulación, del no permitir que el niño se aburra un instante, de niños que cuando comen en casa, con la mano libre juegan con el móvil, todo ello frente de la televisión mientras su madre les pregunta… ¿Qué tal en la escuela?». ¿Donde han quedado esos desayunos, comidas o cenas familiares en las cuales cada uno contaba sus inquietudes y/o problemas?

El sistema educativo, tampoco es diferente: A la deriva en un mar de estímulos visuales  y aprendizajes teóricos que adormecen la razón. Ajenos al aburrimiento, pero también a la creatividad que nace de él. Donde está la educación y el aprendizaje a través de la experimentación: los colores a través de las plantas, flores, las estaciones según el paisaje, y muchas cosas más.

Hay estudios que demuestran que si las personas se involucran en actividades que no sean muy divertidas, la mente puede tener ideas mucho más imaginativas e incluso, podría resolver problemas de forma más eficaz. Por todo esto es bueno que los niños aprendan a entretenerse por sí mismos y no esperar a que sean otros quienes les preparen el entretenimiento todo el tiempo. Tampoco es necesario que crezcan con la idea de que deben estar siempre en movimiento o entretenidos para poder sentirse bien.

Además, el aburrimiento también es una buena fórmula de enfrentarse a la Frustración Los niños quieren divertirse, pero la situación no les es propicia. Para saciar su descontento deben emplear recursos como la creatividad y la memoria para o bien encontrar una solución novedosa o para recordar otra que haya funcionado en el pasado. SI UN NIÑO SE ESTÁ ABURRIENDO Y NADIE LE ESTIMULA, ÉL MISMO DARÁ CON UNA FORMA PARA ENTRETENERSE. DE ESTA FORMA ESTAMOS FOMENTANDO SU AUTONOMÍA PERSONAL, IMAGINACIÓN Y EL PENSAMIENTO PROPIO.

Los padres, deben tener en cuenta que el aburrimiento  es más constructivo de lo que piensan pero que salir corriendo a encontrar soluciones al aburrimiento de sus hijos, no es algo útil. Los niños necesitan a los adultos a su alrededor para comprender que la creación de sus propios pasatiempos requiere espacio, tiempo y la posibilidad de que las cosas salgan mal -dentro de unos límites, por supuesto-.