¿DEBEN LOS PADRES PEDIR PERDON A LOS HIJOS?

Clásicamente, nos han enseñado que los padres son infalibles, que no se equivocan y que si piden perdón a los hijos perderán toda credibilidad ante ellos.  ¿Es lo correcto? Personalmente consideramos que no, 

Nuestro planteamiento, como padres, es que nuestros hijos sean mejores que nosotros, que tengan la capacidad de ser responsables de sus actos y que no se avergüencen de sus sentimientos. Si omitimos nuestra parte de personas humanas que se equivocan, dejamos de ser sinceros con nuestros hijos y, por lo tanto, no es justo ni positivo.

Como seres humanos aprendemos de nuestros errores. La enseñanza que se obtiene de un error es mucho más valiosa y relevante que la que se desprende de los buenos momentos. Fallar nos enseña sobre nosotros y sobre el mundo, nos ayuda a clarificar quienes somos, lo que deseamos y lo que no. Nos muestra qué acciones nos llevan a la felicidad y cuáles a la frustración.

Tenemos que poder reír delante de nuestros hijos y tenemos que poder llorar también delante de ellos, porque así sabrán que es normal sentir alegría y que es normal sentir tristeza. ¿Acaso no queremos que nuestros hijos nos expliquen qué les aflige cuando tienen un problema? Pues tienen que sentir que es posible sentirse mal y que pueden mostrarse a los demás en ese estado y hablar de ello. Si nosotros lo escondemos, si ven que nunca sufrimos, pueden llegar a pensar que ellos están «rotos», que son débiles o flojos por llorar, y empezarán a luchar contra esos sentimientos para evitarlos o para esconderlos.

Los pequeños aprenden por imitación, ya bien lo sabes: si tú gritas ellos gritan, si tú sonríes ellos sonríen y su tú pides perdón, ellos lo harán cuando se hayan equivocado en algo. Pedir disculpas de corazón y con humildad es una enseñanza de vida, al igual que lo es la tolerancia a la frustración, la resiliencia o el respeto. Se trata de educarles en valores.